10. Sonrisas. Sí. ¿Por qué no? No abuses: nada en
exceso es bueno, ni siquiera tú… Pero está bien saber que hay ocasiones,
físicas o no, que provocan este fenómeno. Y quizás no sean las ocasiones las
autoras, puede que sean momentos, regalos, recuerdos o yo… Si se da el último
caso, disimula, disimúlalo por tu bien y por el mío. (Ver regla número 3). En
cualquier caso, no hay que olvidar que la seriedad evoca madurez y misterio. La
madurez atrae, el misterio hace el resto.
9. Hablemos de carácter, como si fuera algo fácil.
Simplificando, si me he decidido por ti es para que completes mi existencia de
manera que todo parezca fácil, para complicarnos la vida ya existen los
gobiernos, los periódicos y los sueños pendientes. Si decides ser complicado,
por favor, extiende tu manual de instrucciones cuando se te solicite. No es
simple ser simple, ni no serlo, pero lo que de verdad es difícil es equilibrar
la balanza entre dos.
8. ¿Qué hay de las charlas vacías? ¿O de los silencios
jamás mencionados? Parecen banales o incluso pueden simular los frenos de la
relación, pero son todo lo contrario. Cuando estas charlas vacías o estas
silenciosas conversaciones se imponen entre los dos y nos sentimos como en
casa, entonces solo puede ser señal de que lo hemos conseguido. O de que me has
conseguido.
7. La normalidad aburre. Las personas normales
conquistan a personas normales. Por eso es importante que, dentro de la
normalidad, destaques. Quizás por tus rimas de poeta rebelde, por tu amistad
con juglares, por tus amores baratos o por hacer las paces con el diablo. En
cualquier caso, deja la normalidad a las personas vacías.
6. Por si no ha resultado evidente hasta el momento,
estas reglas van en escala de menor a mayor importancia. Los sabios dicen que
la inspiración solo te visita cuando la tristeza está en casa. Bueno, como
persona inspirada, no se precisan más tristezas en la sala, esto es, si esperas
la visita de la inspiración usa mejor tu humor agridulce como cebo. A la
tristeza déjala siempre ocupada.
5. ¿Qué hay de volver a casa? La sensación de haber
estado un tiempo fuera, de haberte perdido cambios, de haber sobrevivido a la
entrada y salida de personas, de haber luchado contra el olvido. Cuando después
de tantas experiencias extranjeras te reencuentras con la rutina de tu yo
pasado. Y ella te recuerda que todo sigue bien, a pesar de los problemas que
puedas haberte encontrado por el camino, ella sigue ahí, cómplice para volverte
a llevar a casa. Esta sensación es la que gana. Necesito que seas la rutina que
me lleva a casa cuando ande perdida.
4. No prometas lo imposible, pero tampoco
imposibilites las promesas. Encontrar el equilibrio no es fácil y, sin embargo,
todo irá a parar al mismo punto: sinceridad. Hace falta mucha valentía para
vestir honestidad, por eso es de admirar. Lo que pido es lo que doy. Considéralo
una inversión.
3. Me gustan los retos. También me aburro rápido. Por
eso es muy importante que demuestres que no eres fácil, ni fácil ni bueno. Es
de ley. La mente humana funciona así: siempre queremos lo que no podemos tener,
lo inalcanzable. Muéstrate imposible.
2. Existen muchas disciplinas que se centran en el
arte de la concentración. La concentración nos ayuda a ignorar estímulos
externos que no nos benefician. ¿Sabes cuál es la única manera de entrenar
cualquier disciplina? La paciencia. Será nuestra mejor aliada en este recorrido
siempre que tengamos la misma meta.
1. RESPETO. Probablemente la más difícil. Es difícil
porque definir los límites de la palabra puede resultar conflictivo. Lo haré
sencillo: tu deber acaba donde empieza mi derecho. No traduzcas ninguno de mis
derechos en uno de tus deberes: Iré donde quiera, hablaré con quien quiera,
tendré sexo contigo solo cuando quiera, me vestiré como quiera, te contaré lo
que yo quiera… Solo así podremos ser nosotros, solo así nos completaremos, solo
así querré soñar contigo el resto de mi vida.
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